martes, 25 de junio de 2013

Guiso de chocos en su tinta con arroz


Queridos seguidores de UTA, esperamos que hayáis disfrutado del solsticio de verano y del día de San Juan. Siempre me encantó esta noche y lo que significa... el comienzo del verano, la celebración de la cosecha, de los frutos de la tierra y del calor del sol. Una celebración sin duda de origen pagano, donde el fuego está presente en forma de hogueras que iluminan el horizonte o de llamaradas que inundan el cielo recordándonos que formamos parte de la naturaleza y que dependemos ella.

Y hablando de cosechas, ayer volvimos de Sisán con unos cuantos tesoros, entre los que estaban unos chocos de la ría de Arousa recién pescados que se me hacía la boca agua pensando en prepararlos. El problema es que no sabía cómo, pero Mamá enseguida me dió unos consejos y resultaron esquisitos. Para nuestros lectores de fuera de Galicia aclaramos que el choco es un molusco cefalópodo, que se conoce también con el nombre de sepia, xiba o chopo. El choco tiene una bolsa de tinta que suelta para defenderse cuando se siente amenazado y que da ese color oscuro a la salsa en esta receta.

Dificultad: baja

Tiempo de preparación: 45 minutos

Necesitáis (para 2 personas):
300 g de chocos o sepias (según tamaño, unos 2 chocos medianos por persona)
1/2 cebolla
1/2 pimiento verde
1 diente de ajo
1 pimienta cayena o un trozo de guindilla (opcional)
Aceite de oliva
Perejil
Sal

Cómo se hace:
Nota: Yo ya tenía los chocos limpios y listos para cocinar. Si no es vuestro caso, debéis limpiarlos cuidadosamente, guardando una bolsita de tinta para la salsa. Debajo del grifo, retirar la concha interna o pluma presionando contra la piel, y luego las vísceras introduciendo los dedos en el cuerpo sin separar totalmente la cabeza. Cuidado con las bolsas de tinta porque si se rompen manchan mucho. Retirar también la boca o pico ejerciendo un poco de presión sobre los tentáculos abiertos y los ojos pellizcando un poco la base y cortándo limpiamente con un cuchillo.

1. En una cazuela ponemos un chorro de aceite de oliva y echamos la cebolla picada y un diente de ajo picado también, le damos unas vueltas y añadimos el pimiento verde cortado en cuadraditos. Dejamos rehogar unos minutos.
2. Mientras, cortamos los chocos ya limpios en trozos no excesivamente pequeños para guisar. Los incorporamos al sofrito dorándolos un poco. Sazonamos y añadimos un poquito de perejil y una cayena si nos gustan con un toque picante. Añadimos un chorrito de vino blanco, removemos.
3. Rompemos una bosa de tinta vertiendo el contenido en un vaso de agua y vamos añadiendo el agua al guiso (una cantidad que casi cubra los ingredientes pero no totalmente). Subimos el fuego hasta que hierva y luego lo bajamos y dejamos que cueza a fuego lento durante quince minutos. Si vemos que se seca añadimos agua poco a poco.
4. Pasado ese tiempo echamos al guiso una tacita de arroz, le damos unas vueltas y dejamos que se haga otros 15 minutos en la salsa. Vamos añadiendo un poco más de agua si es necesario, procurando no pasarnos para que la salsa quede concentrada pero sin secarse en exceso. Pasado el tiempo de cocción de arroz tapamos totalmente la cazuela y dejamos que repose un par de minutos. Servimos con pan, que la salsa lo merece.

Nos despedimos con un fragmento de La montaña mágica de Thomas Mann que nos habla del solsticio de verano y que esa misma tarde de junio leíamos en Sisán:

"Fiesta de solsticio -dijo Hans Castorp-. ¡Solsticio de verano! Fiesta de San Juan, los corros, los bailes en torno a las hogueras. Nunca lo he visto, pero parece que es así como los hombres primitivos celebraban la primera noche de verano con que comienza el otoño, ese mediodía y esa cúspide anual que empieza luego inmediatamente a descender. Bailan y giran y están alegres. ¿De qué se alegran en su sencillez primitiva? ¿Puedes comprenderlo? ¿Por qué están tan contentos? ¿Porque ya se desciende hacia las tinieblas o porque se había ido subiendo hasta llegar al instante, al inevitable punto solsticial, la medianoche del verano, la cúspide melancólica en su presuntuoso exceso de fuerza? Lo digo tal como es, con las palabras que se me van ocurriendo. Es un orgullo melancólico y una melancolía orgullosa lo que les hace bailar, lo hacen positivamente por desesperación, si puede así decirse, en honor del movimiento circular y de repetición eterna sobre la línea de dirección en la que todo se repite."

3 comentarios:

  1. Me encanta la redacción, tu estilo, tu esencia!
    Tú también pareces tener UTA
    enhorabuena!

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  2. Muchas gracias Rocío por seguirnos y por tu comentario. No son grandes recetas, pero sí hechas desde el cariño que dos hermanas que viven lejos, tienen a su lugar de origen, por eso nunca olvidamos ese "Toque de Azafrán" ;) Un abrazo

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